Reseña: The Lodgers (2017)
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El terror sobrenatural *mainstream* es, con toda seguridad, el más
prolífico de todo el panorama de miedo que nos podemos encontrar hoy en
día, y *The L...
Silencio en los bolsillos
viernes, abril 25, 2008 - Etiquetas: eXpresion - 0 Comments
Nos miramos. Y luego, apartamos la mirada.
Un niño cruza la calle agitando las manos, gritando y riendo, persiguiendo monstruos imaginarios, piratas y astronautas, y mirarlo hace que no necesitemos decir nada durante unos segundos más.
Nos volvemos a mirar, y yo sonrío de ésa manera que sé que odias, pero lo hago de una manera totalmente involuntaria. Tú te tocas el pelo y te lo colocas por detrás de las orejas, en un gesto que quizás no sepas que me encanta. Y que de hecho es uno de los gestos que me hizo enamorar.
Hago un amago de ir a hablar y un sonido escapa del fondo de mi garganta, vacío, sin forma ni sentido. Los dos sabemos que nada de lo que diga podrá recomponer esta historia de cuadros rotos. Y las palabras se quedán ahí, en mi interior, agazapadas, en espera de un momento oportuno que no tiene demasiadas posibilidades de aparecer.
Seguimos callados. Con la diferencia de que ya no nos miramos. Puede que sea la vergüenza de conocernos ahora más que antes.
O puede que sea porque la historia del "te dije y me dijiste" ha llegado demasiado lejos. Y lo que sea que quede de lo nuestro ya solo puede escribirse en pretérito imperfecto.
Y ahí sigue. Guardado.
Un niño cruza la calle agitando las manos, gritando y riendo, persiguiendo monstruos imaginarios, piratas y astronautas, y mirarlo hace que no necesitemos decir nada durante unos segundos más.
Nos volvemos a mirar, y yo sonrío de ésa manera que sé que odias, pero lo hago de una manera totalmente involuntaria. Tú te tocas el pelo y te lo colocas por detrás de las orejas, en un gesto que quizás no sepas que me encanta. Y que de hecho es uno de los gestos que me hizo enamorar.
Hago un amago de ir a hablar y un sonido escapa del fondo de mi garganta, vacío, sin forma ni sentido. Los dos sabemos que nada de lo que diga podrá recomponer esta historia de cuadros rotos. Y las palabras se quedán ahí, en mi interior, agazapadas, en espera de un momento oportuno que no tiene demasiadas posibilidades de aparecer.
Seguimos callados. Con la diferencia de que ya no nos miramos. Puede que sea la vergüenza de conocernos ahora más que antes.
O puede que sea porque la historia del "te dije y me dijiste" ha llegado demasiado lejos. Y lo que sea que quede de lo nuestro ya solo puede escribirse en pretérito imperfecto.
Y ahí sigue. Guardado.
Os-k-r
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