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Mexico - Dia de Muertos

sábado, noviembre 03, 2007 - - 0 Comments

Al fin que para morir nacimos.
Al vivo todo le falta y al muerto todo le sobra.



En el México contemporáneo tenemos un sentimiento especial ante el fenómeno natural que es la muerte y el dolor que nos produce. La muerte es como un espejo que refleja la forma en que hemos vivido y nuestro arrepentimiento. Cuando la muerte llega, nos ilumina la vida. Si nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo la vida, "dime como mueres y te diré como eres".
Haciendo una confrontación de los cultos prehispánicos y la religión cristiana, se sostiene que la muerte no es el fin natural de la vida, sino fase de un ciclo infinito. Vida, muerte y resurrección son los estadios del proceso que nos enseña la religión Cristiana. De acuerdo con el concepto prehispánico de la muerte, el sacrificio de la muerte -el acto de morir- es el acceder al proceso creador que da la vida. El cuerpo muere y el espíritu es entregado a Dios (a los dioses) como la deuda contraída por habernos dado la vida.
Pero el cristianismo modifica el sacrificio de la muerte. La muerte y la salvación se vuelven personales, para los cristianos el individuo es el que cuenta.
Las creencias vuelven a unirse en cuanto que la vida sólo se justifica y trasciende cuando se realiza en la muerte.

La creencia de la muerte es el fin inevitable de un proceso natural. Lo vemos todos los días, las flores nacen y después mueren. Los animales nacen y después mueren. Nosotros nacemos, crecemos, nos reproducimos en nuestros hijos, después nos hacemos viejos y morimos. A menudo en un accidente perdemos a nuestros seres queridos, un amigo, un hijo o un hermano.
Es un hecho que la muerte existe, pero nadie piensa en su propia muerte. En las culturas contemporáneas la "muerte" es una palabra que no se pronuncia. Los mexicanos tampoco pensamos en nuestra propia muerte, pero no le tenemos miedo porque la fe religiosa nos da la fuerza para reconocerla y porque quizas también somos un poco indiferentes a la vida, supongo que así es como nos justificamos.

El desprecio, el miedo y el dolor que sentimos hacia la muerte se unen al culto que le profesamos. Es decir, que la muerte puede ser una venganza a la vida, porque nos libera de aquellas vanidades con las que vivimos y nos convierte, al final, a todos por igual en lo que somos, un montón de huesos.

Entonces la muerte se vuelve jocosa e irónica, la llamamos "calaca", "huesuda", "dentona", la "flaca", la "parca". Al hecho de morir de damos definiciones como "petatearse", "estirar la pata", "pelarse" morirse. Estas expresiones son permiten jugar y en tono de burla hacer refranes y versos.
En nuestros juegos está presente con las calaveritas de azúcar o recortes de papel, esqueletos coloridos, piñatas de esqueletos, títeres de esqueletos y cuando hacemos dibujos en caricaturas o historietas.



La fiesta de muertos está vinculada con el calendario agrícola prehispánico, porque es la única fiesta que se celebraba cuando iniciaba la recolección o cosecha. Es decir, es el primer gran banquete después de la temporada de escasez de los meses anteriores y que se compartía hasta con los muertos.
En la cultura Náhuatl se consideraba que el destino del hombre era perecer. Este concepto se detecta en los escritos que sobre esa época se tienen. Por ejemplo, existe un poema del rey y poeta Netzahualcóyotl (1391-1472): Somos mortales / todos habremos de irnos, / todos habremos de morir en la tierra... / Como una pintura, / todos iremos borrando. / Como una flor, / nos iremos secando / aquí sobre la tierra... / Meditadlo, señores águilas y tigres, / aunque fuerais de jade, / aunque fuerais de oro, / también allá iréis / al lugar de los descansos. / Tendremos que despertar, / nadie habrá de quedar.



Mictlantecuhtli era el dios de los muertos. Los que morían de muerte natural iban al "Mictlan"




Los habitantes de mesoamérica creían que después de morir, continuarían viviendo en otro modo. los muertos eran enterrados con toda case de objetos que pudieran serles útil en su viaje al Mictlan.

Este sentimiento de la representación del destino se debe entender en el sentido de que el pueblo azteca se concebían como soldados del Sol, cuyos ritos contribuían a fortalecer al Sol-Tonatiuh en su combate divino contra las estrellas, símbolos del mal y de la noche o de la oscuridad. Los aztecas ofrecían sacrificios a sus dioses y, en justa retribución, éstos derramaban sobre la humanidad la luz o el día y la lluvia para hacer crecer la vida.
El culto a la muerte es uno de los elementos básicos de la religión de los antiguos mexicanos. Creían que la muerte y la vida constituyen una unidad. Para los pueblos prehispánicos la muerte no es el fin de la existencia, es un camino de transición hacia algo mejor.
Esto salta a la vista en los símbolos que encontramos en su arquitectura, escultura y cerámicas, así como en los cantos poéticos donde se evidencia el dolor y la angustia que provoca el paso a la muerte, al Mictlán, lugar de los muertos o descarnados que esperan como destino más benigno los paraísos del Tlalocan.


El sacrificio de muerte no es un propósito personal; la muerte se justifica en el bien colectivo, la continuidad de la creación; importa la salud del mundo y no entraña la salvación individual. Los muertos desaparecen para volver al mundo de las sombras, para fundirse al aire, al fuego y a la tierra; regresa a la esencia que anima el universo.
Los sacrificios humanos se consideran como el tributo que los pueblos vencedores pagaban a sus dioses, y ellos a su vez alimentaban la vida del universo y a su sociedad.
Por otro lado, cuando alguien moría, organizaban fiestas para ayudar al espíritu en su camino. Como en la antigua cultura egipcia, los antiguos mexicanos enterraban a sus muertos envueltos en un "petate", les ponían comida para cuando sintieran hambre, ya que su viaje por el Chignahuapan (del náhuatl: nueva apan, en el río; o "sobre los nueve ríos"), parecido al purgatorio, era muy difícil de transitar porque encontrarían lugares fríos y calurosos.


Cansado de velar cadáveres y no puros muertos con cabezas de cerillo.
Cargar con el muerto.
Cayendo el muerto y soltando el llanto.
Como el burro del aguador, cargado de agua y muerto de sed.
Como la muerte de Apango: ni chupa, ni bebe, ni va al fandango.
Como ya me he muerto, sé lo que es la eternidad.
Consejos y ejemplos que obligan, los que los muertos nos digan.


Amigos hasta morir, pero de prestarte nada hay que decir.
A mí las calaveras me pelan los dientes.
Anda como el diablo en el panteón.
A quien Dios quiere para sí, poco tiempo lo tiene aquí.
Asustar con el petate del muerto.
A ver a un velorio y a divertirse a un fandango.
¡Ay muerte, no te me acerques, que estoy temblando de miedo!
Caite cadáver.

Cuando el tecolote canta, el indio muere... No es cierto, pero sucede.
Cuando estés muerto, todos dirán que fuiste bueno.
¡Cuánto me gusta lo negro, aunque me espante el difunto!
Al diablo la muerte, mientras la vida nos dure.
Dar el muertazo.
De aquí a cien años, todos seremos pelones.
De limpios y tragones están llenos los panteones.
De tonto me muero este año.
¿De qué mueren los quemados?
Deténganme que lo mato...
De un jalón hasta el panteón.
Donde lloran está el muerto.
El asno sólo en la muerte halla descanso.
El estreñido muere de cursos.
El muerto a la sepultura y el vivo a la travesura.
El muerto y el arrimado a los tres días apestan.
El que ha de morir a oscuras, aunque muera en velería.
El que por su gusto muere hasta la muerte le sabe.
Entre todos lo mataron y él solito se murió.
Era más grande el difunto.
Hay muertos que no hacen ruido y es más grande su pena.
Huyes de la mortaja y te abrazas del difunto.
La gratitud no es a perpetuidad como los sepulcros.
La muerte es flaca y no ha de poder conmigo.
Las penas no matan, pero ayudan a morir.
Levantar muertos.
Mala yerba nunca muere . . . y si muere, ni hace falta.
Mátame a garnuchos.
Matar pulgas a balazos.
Morir en la raya.
Muerta Jacinta, que se mueran los guajolotes.
Muerto el ahijado, se terminó el compadrazgo.
Muerto el perico, ¿para qué quiero la jaula?
Muerto el perro se acabó la rabia.
Muertos los piojos por hacer columpio.
Mujeres juntas, sólo difuntas.
No es mala la muerte cuando se lleva a quien debe.
No le pido pan al hambre, ni chocolate a la muerte.
No vas a morir de parto ni de cornada de burro.
Piojos que en España mueren, en México resucitan.
Poco veneno no mata, ni mucho si no es activo.
Primero muerto que cadáver.
Primero muertos que fuera del horario.
Se hace pesado el muerto cuando siente que lo cargan.
Sólo el que carga el cajón sabe lo que pesa el muerto
Sólo los guajolotes mueren en la víspera.
Son de los que muriendo matan.
Te asustas de la mortaja y te abrazas al difunto.
Todos nacemos llorando y nadie se muere riendo.
Vale más un cobarde en casa, que un valiente en la cárcel o en el cementerio.
Vámonos muriendo todos que están enterrando de gorra.
Vamos a ver de qué tumba salen más muertos.
Velo y mortaja del cielo bajan.
Ya ni en la paz de los sepulcros creo.
Y la muerte dijo: flaca, pero no de hambre.
Yerba mala nunca muere y si muere no hace falta.

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