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Son estos charcos de horas sin dormir los que me tienen los pies mojados de hastió, aun no logro extraerme la humedad de un desengaño cuando ya me escurro en otro mas lodoso, siento que soy como la princesa con bigotes, oculta en una torre de ilusiones grises y mohosas en espera de un príncipe valiente que ostente una navaja de afeitar prejuicios. Pero no soy princesa sino hombre y no espero príncipe sino librarme de tantas ideas pre-fabricadas, y la verdad es que tampoco salgo a muchas luces de esa torre. Otras veces siento con pleno desagrado que soy esa palabra que se atora en la memoria aferrada a las ideas del pasado y siendo llamada en constante anacronismo por las ganas del presente, que cada vez mas egoísta trata tanto de quererse. Y ahora que hablo de palabras que no se decir o que olvide repetir, se me vienen a la mente dos que siempre uso en este rubro pero nunca entiendo cuando las digo: "te quiero" y es que me resulta confuso saber si te quiero porque te puedo tener o te quiero porque nunca antes de este momento te he tenido...  irónico que  sea cual sea la respuesta te sigo queriendo y te sigo no teniendo en el mas amplio sentido, y tu con tu navaja de afeitar sin filo y tus botas para lluvia me gritas cosas que yo por otro lado escucho en otras voces, en otras camas y en otras caderas, tantas que cuando al fin decido voltear a ver eso que tienes, es porque sin mas opciones tomo el riesgo nulo de acompañarte a entender que no te necesito y no bastan mas que dos días y una llamada telefónica para hacerme recordar que yo no soy de nadie, ni tampoco mio.