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Cloud Atlas o nuevas narrativas en la pantalla

miércoles, mayo 15, 2013 - - 0 Comments

Cloud Atlas o nuevas narrativas en la pantalla (abstenganse fans de Schwarzenegger).

Cuando David Mitchell pensó en escribir Cloud Atlas (2004), fue muy cuidadoso en la estructuración de la prosa y en seleccionar el vocabulario utilizado para poder ilar seis historias distintas que dan saltos por momentos difíciles de comprender derivando en que esta sea la mayor dificultad que enfrenta el lector al enfrentarse a esta obra. Ya Elizondo lo había hecho de forma magnífica en su Crónica de un instante (1965) –como otros tantos intentaron pero no lograron del todo- y sin embargo el tema de Elizondo es definitivamente más oscuro y por ende (esto es total interpretación mía) despierte un erotismo particular en su lectura que vuelve inconsciente al lector de ser objeto de constantes laceraciones y saltos en la narrativa, muy ad hoc con el tema del supliciado en Farabeuf. No es esto así en Cloud Atlas, no hay un erotismo velado en su trama o en alguno de los personajes, puede ser por esto que el lector se vuelve consciente completamente de la dificultad e inseguridad que representa seguir la secuencia narrativa a partir de los saltos y fragmentaciones continuas en la obra.

     Una adaptación a la pantalla de Cloud Atlas debería respetar la estructura de la novela y presentar de manera más o menos simétrica la esencia y forma de la misma. Los hermanos Wachowski (Andy y Lana) en compañía de Tom Tykwer se dieron a la tarea y definitivamente lo lograron. Tres directores fueron necesarios para lograr el objetivo, se necesitaron también trece actores entre los que resaltan nombres como Tom Hanks, Halle Berry, Hugh Grant y Susan Sarandon, entre otros conocidos actores que se reciclan en las distintas historias mutando no sólo a nuevos personajes sino a (algunas mal logradas) caracterizaciones que se distribuyen a través de seis momentos distintos en el tiempo, desde las arcaicas cunas del esclavismo hasta una versión futurista y post-apocalíptica de la humanidad. Conectar entonces tantos personajes en tan distintas historias y contextos es tarea ardua y para descanso de quien lea estas líneas, adelanto que se logra a lo largo del filme cercano a las tres horas de duración.

     La línea argumental como viene dada desde la novela es la referente a la conocida transmigración de almas, esa posibilidad que desde ciertas filosofías o creencias se otorga al alma de regresar en otro tiempo a concluir lo suficiente para llegar a un nuevo nivel que se asume mejor en términos espirituales. Es tema también de forma indirecta la elemental condición humana (tal vez universal) que nos saca del presente para mostrarnos que una sola acción o decisión (que asumimos inofensiva en el momento en que se vuelve efectiva) está invariablemente conectada con sucesos que pueden o no presentarse como consecuencia inmediata, en el mismo periodo histórico o en uno totalmente distinto, e incluso fuera de los límites geográficos, entiéndase de ello entonces, la posibilidad inmanente a las acciones de trascender espacio y tiempo para manifestar sus consecuencias de forma directa o indirecta.  

     La estética visual así como la espectacular banda sonora que acompañan la proeza valen por sí mismas las tres horas frente a pantalla, sin embargo la manera meticulosa en que se aborda cada historia es lo que en realidad vale la pena, se ha cuidado no sólo la esencia de la novela sino también la construcción narrativa (a pesar de ser fragmentada) que nos permite identificar la evolución de los personajes a lo largo de las distintas historias y encontrar –si se presta atención- los elementos que unen una historia con otra de manera continua. Merito dramatúrgico a los actores en la medida en que les corresponde.

     Acá la razón por la que se ha infravalorado esta cinta, se requiere ante todo de un acercamiento consciente de lo que se va a ver, en consecuencia también de una visión que involucra la fragmentación asumida tan posmoderna, un esfuerzo por parte del espectador que desafortunadamente se ha acostumbrado a recibir cual ave recién salida del cascaron, una masilla narrativa previamente trabajada y lista para su deglución. Fracaso total en salas de cine fue este film, salas de cine pletóricas de audiencias que prefieren argumentos simples y grandes logros virtuales mediante digitalización a una buena historia.

     No habré de profundizar en las historias para no generar spoilers pero asumo que más de una será del agrado de aquellos atrevidos que se acerquen a verla. Hace no mucho tiempo me encontré con un grupo de amigos viendo A good day to die hard (2013), la reciente versión de Bruce Willis como héroe de acción, y se comentó “hacer Die Hard veinticinco años después está cabrón” refiriéndose a la aparente longevidad y buena forma del actor. Comparto en cierta medida la expresión, pensar que veinticinco años después nos vendan la misma historia, el mismo actor en su condición de héroe, haciendo las mismas acrobacias y con el mismo final, definitivamente, en términos de narrativa, está cabrón…

     Cloud Atlas, una recomendación para quien tenga intención de explorar nuevas formas de contar historias, tal vez no es la mayor joya de la década en el terreno del cine, pero sin duda es una cinta que habrá de ser re-pensada y ampliamente recurrida cuando se nos presente la discusión sobre irrupciones trascendentes en la cinematografía.


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